¿Se puede ir más allá de un proceso de fabricación con una huella de carbono cero? La respuesta es afirmativa: existen técnicas de producción industrial capaces de consumir más dióxido de carbono del que producen. Un claro exponente de ello es el uso de algas, voraces consumidoras de CO2 y de vertiginoso crecimiento, hasta diez veces superior al de las plantas terrestres. Un proyecto tecnológico de la Universidad Técnica de Múnich (TUM, por sus siglas en alemán) está explorando las posibilidades de esta planta en la lucha contra el cambio climático. Sobre el papel, las posibilidades de las algas marinas son casi infinitas, permitiendo incluso fabricar bolsas de bioplástico.
Bajo el nombre de “Green Carbon”, el centro de investigación alemán ha lanzado una nueva iniciativa encaminada a desarrollar polímeros y materiales de construcción ligeros basados en el carbono que utilicen algas como principal elemento. Las algas capturan dióxido de carbono en forma de biomasa y, a su vez, contienen azúcares. Una de las primeras técnicas consiste en utilizar levaduras capaces de generar aceites a partir de la biomasa, que sean la base de nuevos plásticos. Otra, recurrir a enzimas para descomponer este aceite en glicerina y ácidos grasos libres. La primera es uno de los materiales empleados para la fabricación de fibra de carbono, mientras que los segundos se pueden usar como precursores de aditivos de alta calidad para lubricantes.
En una fase más avanzada del proyecto tecnológico, los ingenieros pretenden combinar los plásticos y las fibras de carbono para desarrollar nuevos materiales. Así, según los investigadores, las algas podrían desempeñar un papel de gran importancia en la industria aeronáutica, automovilística y cosmética.
Algas para sustituir el aceite de palma.
Además de la polémica por sus posibles efectos perniciosos para la salud por sus grasas saturadas, el aceite de palma se ha convertido en la diana de numerosos ataques debido a las extensiones de terreno que exige su cultivo, con la consiguiente deforestación de zonas boscosas. Los científicos de Abu Dhabi consideran que un alga que crece en abundancia en la región de Emiratos Árabes Unidos podría ofrecer la respuesta a ese problema. La Chloridium es una microalga que crece tanto en agua dulce como salada y que produce aceites en sus procesos metabólicos. Técnicamente, esto recibe el apelativo de propiedades oleogénicas. En este caso, se trata de aceite palmítico, el mismo que produce la planta de la palma en altas concentraciones. Anteriormente, la empresa británica Ecover lanzó el primer detergente sin aceite de palma, basado también en aceite de algas, aunque recurriendo a variedades genéticamente modificadas.
En resumen, el uso de algas en procesos industriales sería doblemente beneficioso para el medio ambiente, ya que, por un lado, atrapan dióxido de carbono y, por el otro, previenen la deforestación. Y, como hemos visto en ocasiones anteriores, sus aplicaciones van mucho más allá de estos innovadores materiales: pueden ser alimento, biocombustible e incluso fuente de inspiración para nuevas energías renovables.
Fuente: TUM, The Guardian