Esta semana saltó a la palestra la noticia de que algunos desarrolladores estaban quejándose de que el limitado hardware de la Xbox Series S estaba lastrando el potencial de los juegos para las consolas de nueva generación pero, ¿hasta qué punto es esto verdad? ¿Tanto cuesta crear ajustes gráficos personalizables en las consolas tal y como los hemos tenido desde siempre en PC para adaptarse al hardware de una y otra consola?
El hardware que montan las consolas Xbox Series S es obviamente bastante inferior al que tienen la Xbox Series X y la PS5, y prueba de ello lo tenemos en la potencia gráfica bruta en cálculos de precisión simple, donde la Series S proporciona un tercio de la potencia de su hermana mayor (4 TFLOPs vs 12 TFLOPs en la Series X). Es innegable por lo tanto que la Xbox Series S es menos potente que la Series X y PS5 pero, ¿tanto como para limitar el potencial de los juegos de nueva generación?
Las Xbox Series S y el desarrollo de los juegos «next-gen»
Si las videoconsolas de juegos tienen un punto a favor en comparación con el gaming en PC es porque los juegos se diseñan para su hardware en específico, pudiendo introducir numerosas optimizaciones que hacen que incluso con su hardware limitado los juegos se vean estupendos y con un excelente rendimiento. En PC, sin embargo, los desarrolladores deben basarse en «configuraciones típicas» pero que siempre son adaptables, de manera que puedan funcionar con diferente hardware a distintos niveles de rendimiento.
Según algunos de estos desarrolladores que se han estado quejando, el problema radica en que cuando desarrollan sus juegos deben hacerlo basándose en el rendimiento que da la consola que menos rendimiento entrega, en este caso la Xbox Series S, y por ello el potencial de los juegos se ve afectado porque podrían mejorar bastante su calidad o desempeño si se basaran en las versiones más potentes.
No obstante, si por ejemplo diseñaran un juego específicamente para la Xbox Series X, éste o bien no podría ejecutarse en la Series S o lo haría con una resolución o rendimiento muy inferior, y es precisamente lo que ya hemos visto justo esta semana, con la nueva versión de Control que, en Xbox Series S, se ejecuta a una resolución de 900p escalada, obviamente porque la consola «no llega» a ejecutarlo decentemente ni a resolución 1080p.
Ajustes gráficos, ¿la solución a los problemas?
Por norma general, y dado que los juegos estaban optimizados específicamente para el hardware de las consolas, en éstas nunca hemos tenido la opción de modificar los ajustes gráficos más allá del brillo y, en algunos casos, parámetros como el HDR o el Bloom. Por el contrario, en PC siempre hemos tenido una amplia libertad a la hora de ajustar los parámetros gráficos, de manera que podemos modificar la calidad del juego para optimizar el rendimiento en función del hardware y de las preferencias del usuario.
Así pues, ¿qué impide a los desarrolladores de juegos para consolas el implementar que el usuario pueda ajustar la calidad gráfica de los juegos? De esta manera, podrían seguir desarrollando los juegos con el hardware de las consolas como «techo» para que funcione con un rendimiento adecuado, pero para los usuarios de Xbox Series S tendrían la opción de relajar estos ajustes gráficos para obtener el rendimiento deseado.
De hecho, si quieren ir un poco más allá siempre podrían crear un perfil predefinido de ajustes gráficos para las distintas consolas, como por ejemplo reducir el nivel de anti aliasing o la resolución si se detecta que el juego se está ejecutando en Xbox Series S, y dejar los ajustes por defecto para la Xbox Series X. Obviamente esto generaría un poco más de trabajo de desarrollo, pero si se lleva haciendo años en PC no es desde luego algo imposible de hacer también en consolas. ¿Qué opináis al respecto?
Fuente: hardzone.es/noticias/juegos/hardware-xbox-series-s-desarrollo-juegos/