Las reacciones catalíticas permiten convertir el dióxido de carbono en otros materiales, lo que supone una nueva forma de combatir los gases de efecto invernadero.
No sería descabellado afirmar que el dióxido de carbono es el enemigo número uno del ser humano. Su acumulación en la atmósfera, que se ha disparado desde la primera revolución industrial, es la causa del calentamiento global de acuerdo con la mayoría de los estudios. En principio, lo más sencillo sería reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero la economía de los combustibles fósiles dificulta una transición acelerada hacia otro modelo energético. Mientras las energías renovables van adquiriendo mayor predicamento, han comenzado a desarrollarse numerosas propuestas para reducir su presencia en la atmósfera. Desde algunas más viables como las plantas capturadoras de carbono hasta otras más inverosímiles como ionizar el CO2 de la estratosfera por medio de rayos láser para mandarlo al espacio exterior desde el Ártico. ¿Pero qué tal si en lugar de guardarlo o lanzarlo hacia los cinturones de Van Allen encontrásemos una manera de convertirlo en otros materiales como el plástico?
Del CO2 al etileno… y el polietileno
La primera parada de este viaje nos lleva al año 2015, cuando un grupo de científicos de la Universidad de Singapur desarrolló un sistema de “fotosíntesis artificial” que, utilizando el cobre como catalizador permitía generar etileno a partir de dióxido de carbono y agua, sirviéndose para ello de energía solar. El año pasado presentaron el primer prototipo. La ciencia siempre es una carrera de relevos en la que es preciso contar con el conocimiento acumulado para dar el siguiente salto, que se daría poco después.
Ahora volamos a la otra punta del mundo, a la Universidad de Toronto. Allí, aprovechando las instalaciones del sincrotrón Canadian Light Source, han desarrollado un sistema para determinar las condiciones óptimas de la producción de etileno a través de la catálisis con cobre. La ventaja de su tecnología, que se ha anunciado en un paper de la revista Nature, es que reduce la generación de metano hasta niveles insignificantes y maximiza la producción de etileno. Una vez producida esta sustancia, se dispone ya de la base para crear uno de los plásticos más extendidos del mundo: el polietileno, cuya producción constituye, a su vez, una de las mayores fuentes de gases de efecto invernadero.
Convertir el CO2 de las calderas de carbón en bicarbonato de sodio
Hacer pasteles aprovechando el CO2 producido en la combustión del carbón es uno de los resultados de una novedosa tecnología de captura de carbono. La planta pionera en ese sentido se encuentra ubicada en Tuticoirn (India). Genera cero emisiones de C02 en la producción de bicarbonato de sodio, un gasificante habitual en repostería, o carbonato de sodio, un elemento base para fabricar jabones, vidrio y tintes. El empresario indio, que de acuerdo con la noticia publicada en la BBC, no buscaba salvar el planeta, sino encontrar una fuente de CO2 barata y fiable, aprovechó una tecnología diseñada por Carbonclean Solutions, una startup británica fundada por científicos indios.
Para que la planta funcione, necesita vapor y C02. Ambos elementos se obtienen de la combustión del carbón y, mientras el vapor generado se transporta a través de una tubería, el C02 y el humo se envían por otra conducción que va a parar a una chimenea donde un agente químico desarrollado por Carbonclean Solutions precipita el dióxido de carbono de manera más eficiente y barata que otros métodos utilizados hasta la fecha. De hecho, no requiere subvenciones para garantizar su viabilidad. Ese CO2 se transforma posteriormente en carbonato o bicarbonato de sodio. Calculan que, en esta planta en concreto, se podrán transformar 60.000 toneladas de CO2 al año, y que utilizando el mismo método, sería posible acabar con hasta el 10% de las emisiones de dióxido de carbono producidas por la combustión de carbón en el mundo.
Fuente: BBC