En el mundo del hardware la palabra optimización suele estar a la orden del día, pero todos somos conscientes de que cuando se trata de hardware que ya tiene unos años, por mucho que tratemos de optimizarlo al final su rendimiento se ve mermado con el tiempo. En este artículo te vamos a contar por qué se va degradando el rendimiento del hardware con el paso del tiempo, y por qué por mucha optimización que le metas, un PC viejo nunca funcionará como el primer día.
Que no os quepa duda de que optimizando un equipo y realizándole el mantenimiento adecuado a su hardware y software, podrá mantener un buen nivel de rendimiento durante mucho tiempo. No obstante, al igual que el paso del tiempo termina degradando a las personas, también degrada el hardware de nuestro PC hagamos lo que hagamos.
El paso del tiempo y el rendimiento del hardware van de la mano
Las buenas prácticas y un correcto mantenimiento pueden hacer que tu PC dure en buenas condiciones durante muchos años, pero por mucho que hagas, un equipo que tiene ya cierto tiempo de uso nunca volverá a funcionar como si fuera nuevo. Esto es así porque el paso del tiempo hace que los componentes tengan cierto desgaste, incluso en componentes como la CPU o un SSD que no tienen partes móviles, algo que definitivamente va mermando poco a poco su rendimiento.
Un ejemplo claro de esto lo tenemos por ejemplo en las fuentes de alimentación, ya que muchas veces os hemos contado que el paso del tiempo hace que pierdan eficiencia, y esto es así por el desgaste de sus componentes -especialmente los condensadores- que, con el uso y la temperatura, van perdiendo poco a poco su eficacia haciendo que el dispositivo en su conjunto sea cada vez menos eficiente.
Un procesador es seguramente de los componentes que menos sufren el desgaste, pero igualmente pueden ver su rendimiento mermado por diversos factores como su temperatura de funcionamiento o el voltaje; Por ejemplo, si cogiéramos un procesador que ha estado siendo utilizado durante 5 años diariamente y el mismo procesador sin estrenar y los pusiéramos frente a frente en una batería de benchmarks sintéticos, veríamos que el procesador sin estrenar tiene un rendimiento sensiblemente superior al procesador de 5 años de uso, prueba de que el paso del tiempo ha mermado su rendimiento.
Otro ejemplo claro lo tenemos en los SSD; como todos sabemos, los chips de memoria NAND Flash sufren desgaste con los procesos de escritura y borrado, y a pesar de que no lleguen a su límite (momento en el que la unidad queda inutilizable), un SSD que lleva cierto tiempo en funcionamiento termina dando un menor rendimiento que el mismo SSD cuando era nuevo, y esto es especialmente notable en los SSD si no se «resetean» con cierta frecuencia.
Para prueba un botón: a continuación podéis ver el rendimiento de un SSD Transcend PCIe SSD 220S cuando era nuevo, y otra captura de exactamente el mismo SSD tomada hoy, cerca de dos años después.
Este era su rendimiento original de cuando le hicimos su review en junio de 2019:
Y este es el rendimiento que nos ha dado hoy (hemos utilizado la misma versión del benchmark a pesar de que la versión 7 de CrystalDisk Mark ya está disponible en aras de que la comparación sea más fidedigna):
Se puede apreciar un claro descenso de su rendimiento, especialmente en la velocidad de lectura que es unos 500 MB/s menos, y eso que este SSD fue «limpiado» para restaurar su rendimiento hace aproximadamente un año.
Con esto lo que queremos deciros es que con el paso del tiempo todos los componentes de hardware van perdiendo rendimiento poco a poco, y por mucho mantenimiento y optimización que le hagamos el desgaste por el uso siempre está presente, y esto sucede en el procesador, la tarjeta gráfica, los medios de almacenamiento y la fuente de alimentación principalmente, pero también en los ventiladores (se hacen más ruidosos y menos eficaces) y el resto de componentes. Es inevitable.
Fuente: HardZone